Romper también las palabras,
como si fueran coartadas ante el abismo
o cristales burlados
por una conspiración de la luz y la sombra.
Y hablar entonces con fragmentos,
hablar con pedazos de palabras,
ya que de poco o nada ha servido
hablar con las palabras enteras.
Reconquistar el olvidado balbuceo
que hacía juego en el origen con las cosas
y dejar que los pedazos se peguen después solos,
como se sueldan los huesos y las ruinas.
As veces lo roto precede a lo entero,
los trozos de algo son anteriores a algo.
El aprendizaje de la unidad
es aún más humilde e incierto
que lo que sospechamos.
La verdad es tan poco segura
como su negación.
Retroceder de todos los lenguajes.
Reencontrar las palabras
en su estadio de pájaros en vuelo,
besos que escapan de unos labios
y se van por su cuenta
a encontrar otros labios.
Y ya que no es posible
hallar la desnudez de los orígenes,
recuperar en las palabras
algo tan suelto y libre
como la desnudez de los cabellos.
Y cuando todas las palabras
vuelvan otra vez a ser comienzo,
también el hombre empezará de nuevo.
Y quizá todo empiece de nuevo.
Undécima y Decimotercera Poesía Vertical,
ao som de Damien Rice, «Amie»
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